En mi
adolescencia,
Conocí a un
gran hombre,
Un campesino
anciano,
Muy trabajador
pero ya cansado,
Que narraba,
Miles de
cuentos de fantasmas,
O historias
fantásticas,
Que contaba con
gran maestría.
Así,
Relataba los
sucesos vividos y escuchados,
Desde su
infancia,
Pues en sus pláticas describía,
Si era de día o llovía o si viento había,
Si era de día o llovía o si viento había,
Y mezclaba
historias prehispánicas,
Con la Guerra
de Reforma,
La Revolución Mexicana,
Y tal vez de la
propia conquista.
Fue un hombre
que quizá,
Bien encausado,
Hubiese llegado
a ser,
Otro Don Andrés
Henestrosa,
Pero del Estado
de Guerrero,
Allí donde como
él decía,
Que los
problemas se arreglan y se heredan,
A golpes de fuertes machetes.
Así,
Era conocido,
Por la gente
del pueblo,
Como el Nahual,
Término que en
la mitología,
Ancestral
mexicana,
Se refiere al
hombre,
Que en las
noches se transforma en animal,
Para asustar y
hacer el mal.
Mucha gente lo
afirmaba,
Desde el
cacique del pueblo,
Hasta el
maestro de la primaria,
Incluso sus
propios compadres,
Que en la misma
mesa comían,
Disfrutando de
tortillas hechas en el comal,
Frijoles negros
de olla de barro,
Y salsa roja
molcajeteada.
A veces
contaba,
Sobre el amo de
la montaña,
Sobre el charro
negro que se cobraba los regalos,
Sobre el hombre
que por no pagarlos,
Se transformó
en una animal de corral,
O sobre la
fiesta de diablos en el interior de una caverna,
Sobre el dinero
encantado,
Y los gemidos
de la propia llorona.
Muchas tardes
lo escuché,
Llegaba
especialmente para narrarme sus historias,
Avece en los
caminos entre cañaverales,
Otras cuando me
acompañaba en mis andanzas,
Y así en
confianza,
Un día le
pregunté,
Oiga “Don Mace”:
¿Por qué plática tantos cuentos de fantasmas?,
¿Por qué plática tantos cuentos de fantasmas?,
¿Cuántos
fantasmas ha visto Usted?.
Así, el hombre,
Con gran seriedad que nunca antes se le había visto,
Después de un
largo rato,
En que callado
se quedó,
Con la mirada cristalina penetrada en el horizonte,
Me respondió,
“… Yo
nunca he visto nada,
… Todo
me lo han contado,
Desde mi niñez. …”.
Pero debo
recordar,
Que en su lecho
de muerte,
Narró una
historia fantástica,
En que soñando
se vio volando en los aires,
En que se
sintió un ave gigante,
Cruzando todo
el territorio nacional,
Para despedirse
de su hijo,
Quera
indocumentado era en un país vecino.
Tiempo después
el propio hijo comentó,
Mi padre me
vino a ver en mis sueños,
Supe que él
había muerto,
Cuando él se
despidió de mí. …
¿Yo me pregunto!?,
¡Acaso eso no es
ser Nahual!,
Aun cuando ello sólo sea en los sueños.
Aun cuando ello sólo sea en los sueños.
… ¡Pues
yo quisiera así volar tan real en mis propios sueños
Como mi amigo Don Mace dijo hacerlo en los suyos! …
Como mi amigo Don Mace dijo hacerlo en los suyos! …
Lázaro Raúl
Rojas Cárdenas.
Junio de 2013.
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