GOLONDRINA[1].
Hoy que me he
puesto a pensar,
al recordar,
en las miradas
tiernas de la niña,
su cabello
negro,
su carita
delgada,
de joven
calandria,
y su nariz
respingada de golondrina.
Solía mirarle,
el lunar de su
mejilla,
solía
implorarle y contemplarle,
los cálidos
pétalos,
de purpúreo
clavel,
que brotaban,
de su inquieta
boca;
solía
implorarle,
sus cristalinos
ojos,
de tinte
azabache.
De una fina
figura,
de una risa,
que alegraba mi
vida,
y de lejos,
yo le miraba,
cuando al dar,
sus pequeños
pasos caminaba,
ceñiéndole la
mano,
a la mujer,
que le regaló
el alma.
Y así,
yo le miraba,
y sus inquietas
gracias,
me cautivaban,
y un día,
como
golondrina,
extendió sus
brazos,
le mire en el
cielo,
y se alejó,
"De mi
vida".
Lázaro Raúl
Rojas Cárdenas.
14 de marzo de
1991.
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